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Ayni. Improntas de lo Inanimado. 23

(Residencia ManuCandela. Museo Nuria Rengifo. Galápagos)

El proyecto reflexiona sobre las relaciones de los seres humanos con el entorno, visibiliza a los seres inanimados y su valor en la existencia de nuestro planeta. Las rocas volcánicas que forman el relieve, el paisaje de islas remotas como Isla de Pascua o Islas Galápagos, son refugio para miles de criaturas. El registro se materializa en fotografía, video, improntas, tintas y dibujos a grafito. A través de esta documentación se genera un lazo afectivo con este mundo inanimado, evidenciando su importancia y existencia significante, muchas veces invisibilizado. Pongo en práctica el principio andino de reciprocidad (Ayni) en base al cual, todo lo que es tomado de los ambientes naturales es devuelto, generando diálogos y sinergias respetuosas con el entorno y sus seres. Las relaciones con nuestro entorno vivo suelen tener un lugar privilegiado por sobre nuestras relaciones afectivas con el mundo natural inanimado. Las rocas tienen un rol principal en este proyecto que se relaciona con ellas en forma cercana, haciendo de la observación y el registro las principales actividades.

Hemos asistido históricamente a procesos coloniales, de los pueblos, de la naturaleza, de los seres. “Desde hace tiempo, la crisis ecológica global nos sitúa en un escenario de tensión y conflictividad por la disponibilidad de bienes naturales para sostener […] la capacidad devoradora del capitalismo global” [Ortega Santos] En la actualidad, se aprecian, según el autor, discursos contrahegemónicos que ponen en discusión y cuestionan todos nuestros saberes y relaciones con el mundo que nos rodea. Se plantea como imperante, buscar salidas y soluciones a tal ecocidio. “Romper la lógica de la destrucción de la Madre Tierra, regenerar los ciclos de vida, asegurar la sustentabilidad sociocomunitaria implica repensar los patrones de extracción, producción, consumo y excreción…” (Ortega Santos). Es necesario, por tanto, lograr un equilibrio entre naturaleza/cultura, que permita un acontecer en diálogo sin la actual manipulación y destrucción desmedidas generadas por la posición antropocéntrica. Según el historiador Adrián Zarilli, todas las sociedades modifican la naturaleza para vivir y subsistir, sin embargo, en la actualidad estas intervenciones son muy destructivas y degradan rápidamente el medioambiente, lo que produce un muerte física, pero también simbólica, en pos del crecimiento económico, que por otro lado beneficia únicamente a algunos pocos.

Ayni. Historias de reciprocidad. 23.24

Proyecto de Tesis Doctoral

Universidad Politécnica de Valencia

Universidad Católica de Chile

“…cuerpos que no son cosas sin vida, sino materia en movimiento, entrando y saliendo de ensamblajes, desviándose unos a otros […] las cosas supuestamente inanimadas tienen una vida […] pensar más allá de la dicotomía vida-materia, el principio organizacional predominante…” (Bennett, 2022, pp.58-69).

 

Los humanos y no humanos , lo orgánico y lo inorgánico siempre han sido un red interconectada, esas divisiones son meras convenciones conceptuales que hemos construido. “…piedras, tablas […] constituyen materiales móviles, internamente heterogéneos cuya velocidad y ritmo de cambio son lentos en comparación a la duración y velocidad de los cuerpos humanos” (p.139), pero son elementos con forma y orden, poseen sus propias leyes internas, sus alianzas y sus afectos. La autora plantea la necesidad de Geoafecto, un afecto que excede las cosas vivas y los humanos y que se traslada la materia.

Conceptos como la empatía y la conciencia son fundamentales en la sínfisis de la obra con el territorio, una articulación consciente, dinámica, vivencial y multisensorial, que quiebra la “…ficticia escisión entre cultura y naturaleza” (Albelda y Sgaramella, 2015, p.11) que hemos apuntalado por siglos con nuestra cultura cosificadora y acumuladora. Siguiendo la línea que plantea la producción artística medioambiental contemporánea que “…presenta un carácter marcadamente interdisciplinario, y propone la combinación de diferentes lenguajes y prácticas experimentales con el fin de generar una reflexión acerca de la relación entre ser humano y ecosistema”(p.17), procesual y experiencial, que oriente a los participantes a comprender que los límites entre cuerpo y territorio son autoimpuestos y que formamos parte de algo mayor a nosotros mismos, así como un refugio para miles de seres que nos habitan. La obra propone el borramiento de los límites territorio/individuo, en el que éste último pierde su estatus de independiente y se fusiona con las rocas en una integración indisociable, que “…lo que nos ofrece es, precisamente, la aparente pureza de una espontaneidad ya escasa, que tranquiliza nuestra mirada urbana […] invita a la preservación, a la posibilidad de un hacer equilibrado, a un intercambio sin destrucción” (Albelda, 2004, p.104), una búsqueda de la calma y la simpleza que nos ha sido arrebatada con la ilusión de felicidad en la acumulación de bienes materiales.

Sesión fotográfica N°1 - Capullo 1

_ 25 de junio de 2023 / Mirasol, Algarrobo, V Región, Chile.

Todos los seres vivos –y tal vez también muchos de los muertos– prestan atención a este aullido. […] Sin embargo, más allá de estas expectativas y temores obvios e inmediatos subyace un significado más profundo, que solo la montaña conoce. Solo la montaña ha vivido el tiempo suficiente como para escuchar y comprender el aullido de un lobo […] “en lo salvaje está la salvación del mundo”. Tal vez ese es el significado oculto en el aullido del lobo, conocido desde hace mucho por las montañas, pero rara vez percibido por el hombre
(Aldo Leopold, Pensando como una montaña, 1949)

El capullo está incompleto, pero ya se interpone y moldea mi forma de percibir el mundo, distorsiona mi visión, la percepción del espacio y del sonido, veo por un solo ojo, no logo percibir la profundidad de los espacios, puedo concentrar mi atención en menos cosas a la vez, enfocar mis sentidos. No veo mis piernas ni pies, tampoco el suelo de arena, observo el mar y me percibo inmersa en esa masa de agua inmensa y embravecida, me moja los pies y me hace sentir parte del territorio. El olor potente de las algas, el olor agrio del papel cerca de la nariz. Siento frío, el sonido de las olas, y los pájaros a la distancia. Mi movilidad está limitada, como una piedra, soy piedra. Apenas logro tomar algunas fotografías de registro por los espacios que quedan abiertos entre las costuras del capullo, llegan algunas luces por los intersticios de las uniones. Se oyen conversaciones a lo lejos, mi perro ladra.

 

 

 

Ser ave

Ser insecto

Ser bacteria

Ser plancton

Ser piedra

Ser arena

Ser agua

Ser cuerpo

Ser otros cuerpos

Ser un continuo

Sesión fotográfica N°2 - Capullo 1

_ 29 de julio de 2023 /  Totoralillo, Los Vilos, Coquimbo, Chile

 

“…porque todas las rocas constituyen los huesos de la tierra” (maestro wayuu Iipuana)

 

La percepción del entorno es limitada, se logra ver por algunas perforaciones entre las costuras, los destellos del sol en el mar. Oír algunos murmullos del entorno, el sonido del mar y los sonidos de los pájaros. El calor del sol a través del papel, movimientos lentos, respiraciones con dificultad. Los sentidos se limitan y por tanto se conectan con más intensidad, la vista, el tacto, el olfato, el oído dan lugar a sensaciones sinestésicas, una conciencia corporizada e interconectada, un cuerpo vivencial., “…una estructura inestable y abierta en la que confluyen infinidades de planos y flujos de energía” (Abarca Piña, 2009, p.324). La fotografía me devuelve una imagen totalizadora, mimética, simple, opuesta a la complejidad de la vivencia en el interior del capullo, el cuerpo es un relacionador experiencial, el cuerpo como discurso se relaciona con el espacio performativo desde un territorio simbólico, que es soporte de identidades afectivas y estéticas. El cuerpo busca la pertenencia, se hace preguntas del espectro espiritual, moral y existencial, es materia de conexión, un cuerpo/sujeto que es inseparable del mundo.

 

Mimetizar, cubrir, esconder, amortajar, momificar son conceptos que van apareciendo en la visualidad y desencadenando nuevos significados a la obra. La piedra y el cuerpo se hacen uno, la mímesis es completa en algunas oportunidades, en otras, el cuerpo/piedra es visible, pero armoniza con el territorio, permite mirar sin ser visto. Desde adentro del capullo, desde la inmovilidad, el contexto se percibe vivo, el mundo brilla y se despliega en movimiento constante, es un tiempo que se comparte con la propia respiración, los ojos y el territorio que acoge. Roqueríos, naturaleza muda, se presta a que el cuerpo se acople a ella. “El territorio, la luz, la organicidad biológica de los cuerpos…” (Abarca Piña, 2009, p.86) humanos y no humanos. “… un introspectivo proceso de aprehensión de la experiencia del mundo […] a través de la existencia tanto corpórea como subjetiva, desplegadas en una compleja red entretejida por las nociones del espacio y el tiempo” (p.88). La obra explora las relaciones con el ambiente en el acto de la contemplación, el devenir temporal, a través de la percepción y los sentidos, abrazar y aprehender el entorno.

…con el registro fotográfico del ejercicio formulador de la obra, […] (se) transforma la acción creadora en acción performativa, configurando un guiño alusivo que apunta al horizonte de la conjunción arte-vida donde no sólo el resultado final, el objeto, se transforma en obra sino también su proceso de ejecución. De manera que la relación arte-vida queda doblemente referenciada, tanto en lo semántico y connotativo como en la fabricación del objeto, denotada visualmente (Abarca Piña, 2009, p.138)

El registro fotográfico y el video propician concatenar, como menciona Abarca Piña, la relación arte-vida. Este continuo permite dar carácter permanente a acciones efímeras. Por otra parte, el autorretrato anulado y la propia imagen no visible abordan la negación del propio yo, una disminución de la importancia del sujeto en relación a la totalidad de las relaciones territorio/sujetos vivos y no vivos. Una búsqueda de volver al seno, a lo profundo de nuestra existencia en armonía con la Tierra. El papel fue materia viva en el pasado, esta abraza el cuerpo en una especie de sudario, anulando su existencia individual para elevarlo a una existencia totalizadora. La historia del árbol, la historia personal y la historia de las rocas se yuxtaponen en un espacio-tiempo único e irrepetible que las funde y reconfigura en una nueva existencialidad, que vincula seres vivos, arte y territorio.

 

Deleuze y Guattari definen el ritornelo como acción artística territorializante, la creación del propio territorio, “…el ritornelo es concebido como una suerte de eterno retorno que nos permite volver sobre nosotros mismos […]el ritornelo de Deleuze y Guattari está constituido por el hábito y la posibilidad de que el acontecimiento pueda retornar a nuestra experiencia” (Roa-Corredor, 2015, p.264), es la acción artística misma, la práctica artística, sus idas y venidas en una creación territorial con sus marcas y huellas, en constante generación, dinámica y circular, lo importante es el proceso de creación por sobre la obra final, el arte es una de las operaciones de la vida misma. Esta propuesta se enmarca en una serie de vivencias experimentadas en forma individual y las memorias que de ellas emergen, a partir de las relaciones con seres inanimados, entidades no vivas y no humanas “…vínculos que trascienden la especie, el reino […] fibras vinculares del entramado de lo existente […] especificidad vincular afectiva” (Méndez en Castro, 2023, p. 30), relaciones interespecie que se entablan retomando la naturalidad anterior al menoscabo de ciertas existencias vistas como menores o inferiores.

 

La socióloga María José Chappuis señala que para cuestionar las dualidades construidas desde la mirada occidental colonial, “…la ecología política poshumanista resalta la multiplicidad ontológica y epistemológica para proponer un cuestionamiento crítico…” (en Castro, 2023, p.96), planteando el desafío de reimaginar el cuerpo y el territorio, dice, alejados de las miradas duales y coloniales, en un esfuerzo de generar vínculos de continuidad. Imaginar que no existen las barreras que las taxonomías humanas han elaborado y que nos alejan tajantemente de la categorías como roca o agua, e imaginar a través de la práctica artística que esas categorías se hermanan, se cruzan y se mezclan. El humano deviene visualmente en roca, la roca es valorada y abrazada con la misma intensidad y afecto como si de un ser vivo se tratase, generando una continuidad entre todo lo existente en un ánimo de acción recíproca, problematizando sobre todo las materialidades minerales.

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Sesión fotográfica N°3 – Capullos 1 y 2

_ 10 de marzo de 2024 / Mirasol, Algarrobo, V Región, Chile.

HARRIAK/PIEDRAS – Anari

…tenemos un montón de piedras amontonadas detrás de nuestros ojos: puentes, muros, caminos, casas, piedras finas, cuerpos, preguntas…

La experiencia remite a memorias y vivencias personales, propias, no extrapolables, diferentes agentes en acción; el sonido del viento y el mar, la temperatura fresca, la visualización parcializada y estrecha, “…fibras vinculares del entramado de lo existente” dice Méndez (en Castro, 2023, p.32), especificidades afectivas que se articulan entre individuos y condiciones particulares en un territorio de encuentro, “agenciamiento recíproco”, existencias conjuntas, co-existencias, conexiones, gestiones conjuntas, ser juntos, hacer juntos, haceres multiespecie. “componiendo mundo con otros agentes para lograr futuros más existibles para todxs. Futuros multivinculares” (p.32). Estas relaciones llaman a la detención del tiempo, a la observación profunda, a la reflexión.

 

La diversidad de formas de vida y formas geológicas tienen valor por su propia existencia, aunque siempre son definidas en relación a lo humano y su utilitarismo, aquí existen y son valoradas en sí mismas. “Estamos perdiendo hilos en la urdimbre de lo viviente-existente.” (Méndez en Castro, 2023, p.42) esta metáfora de las existencias bióticas y abióticas enraizada en lo textil es una forma que evidencia una forma manual de pensar el mundo, una relación estrecha con el sentido del tacto, tan presente en este proyecto. Elementos o territorios siempre vistos como “hostiles”, las rocas forman parte del entretejido de lo existente y son susceptibles a pertenecer a nuestro mundo afectivo, así como pertenecen al mundo de miles de criaturas que encuentran en ellas refugio y sustento. Poner en valor esas “otras lecturas” resaltando la conectividad de cuerpos diversos, aquellos que llamamos vivos o muertos, bióticos o abióticos, tratando de romper esas clasificaciones científicas y tratando de conectar con ellos desde un lugar sensible y primario. Comprender los ciclos y la naturaleza de diversas existencias que participan en la realidad que habitamos forma parte de abrir los sentidos más allá de las clasificaciones y encasillamientos existentes y comprender sus códigos, sus tiempos muy diversos a los nuestros, sus modos de trascendencia y existencia. Todas las especies heredamos un conocimiento profundo y complejo que es parte inherente de nuestra existencia, nuestros cuerpos guardan el conocimiento de millones de años y experiencias anteriores a nosotros, el saber tomar y el saber aprehenderlo esta sabiduría ancestral para vincularla con nuestra realidad para lograr empatía con todo aquello que nos rodea, seres animados e inanimados. Los lenguajes propios de cada tipo de ser son esenciales e intrínsecos, muchos conocimientos que como especie portamos en nuestro ADN y nuestra memoria ancestral son anulados por el adoctrinamiento, las convenciones sociales de nuestro tiempo y la necesidad de encajar en ciertos cánones, aquellos que no son expuestos a ese aleccionamiento conservan la esencia primaria de su existencia. Podemos recuperar ese conocimiento si generamos una conexión verdadera con nuestro entorno y los otros seres, observar y escuchar son claves para tal fin, percibir aquello que hemos acallado es una tarea de reentrenamiento de nuestra forma de mirar el mundo.

 

Observar las rocas es como observar una manada de elefantes, que lejos de la existencia humana conservan costumbres, modos de ser y de actuar desde tiempos inmemoriales. Las rocas saben sólo ser rocas, saben esperar, estar en su existencia aparentemente estática pero moldeada por agentes como el agua, el viento, los movimientos de las mareas y de la Tierra. Abismos de tiempo las separan de su surgimiento como tales, nuestro tiempo es mínimo en relación a ese lapso temporal inmenso, sin embargo, nuestro cuerpo se compone de millones de elementos que han estado presentes en el planeta por millones de años al igual que ellas, somos aire, tierra, somos seres vivos que existieron antes que nosotros, también “polvo de estrellas” como dice el astrónomo chileno José Maza. “Puesto que ese ser distinto a ti es una obra de arte, y por tanto no necesariamente humano ni consciente ni sensible, ni tiene por qué estar vivo…”  dice Morton (2023, p.60). Es necesario recuperar la conciencia de nuestra existencia inicial, conectar con las otras existencias fuera de la artificialidad es el objetivo de este trabajo de campo, una mirada hacia el interior y una mirada dirigida a existencias minimizadas por su tamaño y función. Estos diálogos interespecies son, en nuestra sociedad actual, acallados, ridiculizados e infantilizados. Diversos estudios artísticos contemporáneos se basan en las observaciones del mundo natural circundante, observar pájaros, luciérnagas o el fondo marino, abren infinitas posibilidades de reflexiones y representaciones estéticas. La doctora en artes Salomé Lopes Cohelo afirma que pulsar “grabar” modifica la atención sobre lo observado, fotografiar también genera una atención más profunda sobre el objeto/sujeto a ser registrado, “…constituye una apertura y modificación de los regímenes de atención a los mundos…” (Lopes Cohelo en Castro, 2023, p.54), la artista alude al mundo de los pájaros, esa observación es extrapolable a las plantas, los hongos o las rocas. Observar es comprender, conectar, empatizar, es generar encuentros entre humanos y no humanos, conexiones ecológicas y geoafectivas, generando nuevos lenguajes entre diversas corporalidades. La artista cuestiona “…la reducción de la materia a una sustancia pasiva, estática y desprovista de significación […] cuyo significado requiere desbordar la dimensión individual y específica para centrarse en una red de vínculos simpoiéticos interespecie” (p.55). Redes, entramados, mallas de relaciones son estrategias que diversas/os artistas utilizan en su propuesta creativa.

Esta propuesta de obra que enlaza el mundo inanimado de las rocas a nuestra propia existencia deja entrever esas realidades relacionales y activas. Comprender que los tiempos y ritmos de los seres inanimados son distintos a nuestros propios tiempos, han sido históricamente vinculados al paisaje, pero tienen entidad propia. La cultura instrumental nos ha distanciado de lo no humano y más aún de lo inanimado, una devastación relacional y afectiva se ha producido en pos del extractivismo, anulando los saberes ancestrales indígenas y sus relaciones sensibles con la tierra.

 

Como descendiente de europeos en un gran porcentaje (sólo el 8% de mi ADN corresponde a pueblos indígenas), mi trabajo problematiza y cuestiona las relaciones irrespetuosas que muchos de los europeos y descendientes asentados en Abya Yala han entablado con la tierra y sus originales habitantes.

 

La ausencia, el cuerpo vacío también es parte de la propuesta, junto a los cuerpos intervenidos con envolturas de papel también hay envolturas vacías que ya han sido habitadas y fueron abandonadas de alguna forma. Estar y no estar, comprometerse y no hacerlo son diferentes estados de una misma existencia, es la dualidad presente en todo ser y los estados intermedios que se habitan. Coser la obra tiene un significado de reparación simbólica, hilvanar una nueva piel que nos permita saber estar, saber convivir con los otros seres y el entorno, conocer sus ritmos y realidades. Comprender que toda materia es activa, es procesual y relacional. La materialidad de la obra, la materialidad del cuerpo humano, la materialidad del entorno se imbrica en un tejido, que si bien es diverso puede generar un continuo en armonía. “…no hay habitar que no sea cohabitar, ya que la existencia de cada ser se apoya en la del resto, en un ensamblaje ecológico en el que cada organismo juega un papel crucial como condición de existencia de los demás” (Despret en Castro, 2023, p.68) y ese conocimiento se encuentra en nuestra memoria remota y ancestral.

Según Despret (2021) el biólogo y filósofo alemán Von Uexküll quería reconstruir el mundo tal como cada animal lo percibe, a partir de su trabajo surgieron postulados como “una garrapata es una forma de conocer el mundo” visibilizando infinitas formas de saber y sentir. Con este pensamiento cada individuo se transforma en “el ‘autor’ de sus propias percepciones y significados” (Despret, 2021, p.5). De esta forma es posible pensar también la agencia de seres no vivos, ¿cómo se desenvuelven en la realidad? ¿cómo cargan el conocimiento de siglos? ¿cuál es su forma de “conciencia“? ¿cuál es su perspectiva del mundo? La autora remarca que las narrativas sobre las relaciones interespecies han sido anuladas y censuradas en muchas oportunidades por la ciencia y que esas relaciones se han visto más bien como competiciones y enemistades más que como colaboraciones o generadores de conexiones y afinidades, en un mundo habitado de seres “…capaces de afectar y ser afectados por otros…” seres que se implican en las vida de sus “semejantes”, en el más amplio sentido de la palabra. “Esto crea una nueva conexión en la red de ‘afinidades inextricables’”, ensamblajes y devenires conjuntos, los agenciamientos que menciona Deleuze, tejidos de relaciones afectaciones recíprocas. “Un agenciamiento es una relación de fuerzas que hace que algunos seres sean capaces de volver a otros capaces, en una manera plurívoca, de tal forma que el agenciamiento resiste ser desmembrado, resiste a una distribución inequívoca” (Despret, 2021, p.16). Pensar las relaciones desde esa perspectiva nos permite vernos inmersos en una red de conexiones, donde no somos más importantes, ni prioritarios, sino una especie más en el entramado de las existencias, haciendo énfasis  y problematizando las relaciones simpoiéticas entre humanos y no humanos, seres vivos y no vivos. Con esta obra se da lugar y reconoce la agencia de todo lo no humano, se cuestionan los binarismos de género y de especie, se repiensa el lugar que ocupa el ser humano en la Tierra, haciendo un intento por hacer un desplazamiento de lo humano del centro de todas las cosas.

La socióloga María José Chappuis analiza en el libro Futuros Multiespecie (Castro, 2023) la obra e la fotógrafa Guadalupe Miles, específicamente una serie de retratos de personas la etnia wichí (Argentina), dentro del barro. Chappuis escribe respecto al barro en las imágenes: “…vasos comunicantes con el suelo y las entidades no orgánicas que lo habitan como minerales y fósiles, y con ello nos devuelve a la mineralidad del suelo no como algo inerte, sino como agencialidad” (en Castro, 2023, p.104). Esta reflexión es extrapolable a diferentes proyectos de artistas visuales que entablan diálogos con la materia y con los territorios (ver capítulo 4), en el caso de este proyecto puntualmente, la agencialidad que se le reconoce a las rocas es un rasgo destacado de la propuesta, comprender su lugar e importancia en el devenir de todos nosotros como seres pertenecientes a un grupo, alejarse de rasgos genéricos y generar parentescos afectivos, es decir, no sentirse más cercano a otro ser humano que vive en otra parte del mundo por el hecho de ser humanos, sino sentirme más cerca de los animales y seres inanimados que habitan mi territorio cercano, conectar con las otras formas de existencia y reflexionar acerca de nuestra interdependencia y traspasar las fronteras y jerarquías, transformándonos nosotros mismos en materia, en roca, en piedra, desde perspectivas poshumanas, que dan un lugar de importancia al ser de otra materia.

La obra visita las temporalidades de lo mineral, “cruza el umbral al mundo de las rocas” en una frase de Landa (en Castro, 2023, p.225), al tomar características de la mineralidad, como quietud y silencio, el cuerpo humano se conecta con una forma de ser piedra, se deshumaniza, deviene roca, agencias multiespecie. Despret propone estudiar también el lenguaje de las entidades no vivas. Como dice Ana Laura Cantera (en Castro, 2023, p.250) sobre su obra con materia no viva “…capas semióticas de territorios […] acciones multiespecie combinadas […] un devenir donde las relaciones que se tejen se constituyen como composiciones entre diferencias […] en obras artísticas que involucran agencias humanas y no humanas”. Colectividades heterogéneas y rizomáticas que habitan el entorno en modos diversos que forman una red. “El territorio de esta manera, se convierte en texto (para ser leído, descifrado, interrogado, reescrito), en cuerpo (como entidad sensible y viva con capacidad de agenciar) y en soporte de relacionalidades (receptor de vínculos que lo constituyen y lo habitan)” (p.252) esto nos hace cuestionarnos nuestros paradigmas y  preconceptos de lo vivo y lo no vivo, el centro y la periferia, planteando nuevos modos de relacionarnos y construir nuestras realidades alejadas del reduccionismo al que estamos habituados.

Los fósiles hablan y plantean preguntas sobre la  genealogía humana, la herencia y los modos de supervivencia futura y pasada, por lo que provocan que el pensamiento viaje a lo largo de la cúspide temporal de la corporeidad geológica, cruzando la materia “viva” y la “muerta” (Massey en Castro, 2023, p.259)

Las preguntas están planteadas, el futuro del planeta y todos sus seres es incierto, es en acciones que descentralicen, relacionen y conecten que podremos encontrar las claves afectivas para generar un futuro plural y multiespecie.

 

 

 

 

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